viernes, 13 de agosto de 2010

Parlotear es lo de menos, lo difícil es empezar

Buenos días, tardes, noches... no importa, lo esencial es que es para todos.

He creado esta página por el simple hecho de que hoy es para mi una aburrida tarde de verano en el norte, el tiempo aquí no suele ser muy agradecido y hoy precisamente truena del genio que tiene...
Así que le regalo una pequeña sonrisa a las gotas de lluvia sobre mi ventana, que en momentos de soledad le pueden llevar a uno a descubrir un mundo de ideas y fantasía encerrados en un antiquísimo y escondido baúl... Esta sonrisa también va dedicada a todas y cada una de las fotos que reflejen imágenes en la memoria de las personas... y eso, va a ser precisamente el cuerpo de cada una de mis entradas: imágenes, sentimientos, la propia vida vamos; porque, aunque nosotros-nuestros cuerpos- no sean eternos, el paso de los años nunca podrá borrar nuestras huellas, nuestro recuerdo, el atisbo de una sombra que simboliza que una vez, nosotros fuimos los pilares del mundo.

Ahora, quisiera dejaros con un poema de Belli Goiconda: "Sabor de Vendimia"

Recuerdo el terror de las primeras arrugas.
Pensar: Ahora sí. Ya me llegó la hora.
Las líneas de la risa marcadas sobre mi cara
aún en medio de la más absoluta seriedad.
Yo, frente al espejo,
intentando disolverlas con mis manos,
alisándome las mejillas, una y otra vez,
sin resultado.
Luego fue la mirada furtiva de mi refelejo
en los escaparates
preguntarme si la luz del día las haría más evidentes,
si el que me observaba desde la otra acera
estaría censurando mi incapacidad de
mantenerme joven,
incólume ante el paso del tiempo.

Viví esas primeras marcas de la edad
con la vergüenza de quien ha fallado.
Como una estudiante que reprueba el examen
y debe caminar por la calle
con las malas notas expuestas ante todos.
-Las mujeres nos sentimos culpables por envejecer,
como si pasada la juventud de la belleza,
apenas nos quedara que ofrecer,
y debiéramos hacer mutis;
salir y dejar espacio a las jóvenes,
a los rostros y cuerpos inocentes
que aún no han cometido el pecado
de vivir más allá de los treinta o los cuarenta.

No sé cuándo dispuse rebelarme.
No aceptar que sólo se me concedieran como válidos
los diez o veinte años con piel de manzana;
sentirme orgullosa de las señales de mi madurez.
Ahora, gracias a estos razonamientos
cada vez me detengo menos
frente al espejo.
Paso por alto
la aparición de
inevitables líneas
en el mapa de la vida del rostro.
Después de todo,
el alma, afortunadamente,
es como el vino.
Que me beba quien me ame,
que me saboree.

Que tengan un buen día, tarde, noche.
Piticla =)


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