Cuando el cielo te abre de pronto sus puertas y miras hacia el pasado, un terrible y escurridizo escalofrío recorre tu espina dorsal; la señal, es tu momento, eres tú y sólamente tú por fin. Corre. Vete. Huye. Vuela con las alas que siempre tuviste encadenadas a las ramas de un árbol viejo y tembloroso... nunca Nunca se te antojó tan lejano.
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