miércoles, 13 de octubre de 2010

Lucerito del alba :)



La infancia es el azúcar de la vida. Nuestras neuronas funcionan acivas, con ímpetu, con vida; sin embargo el juicio de una razón y una moral aún no están formados... vivimos de la apetitosa ignorancia.
La juventud se caracteriza por un estado anímico cambiante, en ocasiones eufórico, en otras distante; pero se olvida rápido.
La fuerza de un niño no se mide en su complexión muscular, ni tampoco en newtons; se mide en palabras potentes, en sonrisas místicas y en el reflejo de sus húmedos ojos en tus pupilas... ese brillito que nos da a todos una cálida sensación de paz y bienestar.
Y es que unos nos percateremos y otros puede que todavía no, pero los jóvenes, son la fiebre de nuestros corazones.

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